LAS ENSEÑANZAS DE SUN TSU. Fernando Martínez Laínez

“La guerra está basada en el engaño”, dejó escrito Sun Tsu (Sun Tse según otras traducciones), el primer gran teórico del arte de la guerra. Sus enseñanzas perduran en la historia del espionaje y la guerra desde hace veinticinco siglos, y están basadas en el libro clásico “Los trece artículos del Arte de la Guerra”, en el que expone las contradicciones dialécticas referidas a los conflictos bélicos (terreno, armamento, enemigos, medios, espías…).

Hay fuentes que remontan el nacimiento de Su Tsu al año 554 a.C, pero en realidad es muy poco lo que sabemos de él. Algunos llegan incluso a negar la autoría directa de sus escritos, atribuyéndolos a un conjunto de autores anónimos, y otros afirman que se llamaba  Sun Wu o Changquing, y su verdadero nombre, en realidad, es un título honorífico que significa “Maestro Sun”, lo que daría carácter colectivo a su libro.

Otras versiones aseguran que fue un general y estratega cuya intervención en muchas batallas le motivó a dejar escritas sus reflexioneses, que se difundieron unos siglos más tarde en el conocido como periodo de los Reinos Combatientes, así llamado por las constantes guerras para lograr el control de la parte oriental de China entre los años 470 a 220 a.C.

A partir de ahí, las enseñanzas de Sun Tsu se extendieron por toda China hasta llegar a Occidente, influyendo en muchos estrategas desde Clausewitz a Mao Tse Dong o el general vietnamita Giap, vencedor de la guerra contra la gran potencia estadounidense. Su percepción dialéctica de los conflictos bélicos siguen siendo objeto de estudio en muchos servicios de inteligencia y estados mayores de todo el mundo, y algunos analistas consideran que sus teorías dejan sentados los fundamentos de la guerra popular revolucionaria y la lucha ideológica.

La influencia de Sun Tsu viene dada, sobre todo, por establecer la primacía de las consideraciones políticas en cualquier situación bélica. Es a través de la prevención y la obtención de la victoria sin combate como se alcanzan los mayores triunfos, dice. La mejor victoria es la que se logra sin llegar a la lucha abierta: ganar sin tener que combatir. La guerra es el último recurso y es posible evitarla con tácticas adaptadas a las circunstancias y el uso certero del espionaje. “La guerra es el dominio de la vida y de la muerte- subraya-; de ella depende la conservación o la pérdida del Estado, y es forzoso manejarla bien”. 

En lo referente a las cuestiones de guerra vinculadas al espionaje, al que atribuye una importancia máxima,  Sun Tsu sintetiza sus enseñanzas en los siguientes puntos básicos:



  • No emprenderás ninguna acción que no estés seguro de llevar a buen fin. Debes ver tanto lo que está ante tus ojos como lo que está alejado de ellos.



  • El espionaje es esencial para las operaciones militares, y los ejércitos dependen de él para llevar a cabo sus acciones.



  • Si tus enemigos son más fuertes que tú, no los ataques abiertamente, y evita lo que pueda conducirte al enfrentamiento total. Ocultarás siempre, con extremo cuidado, tu verdadera situación. Harás de suerte que quienes son tus enemigos no puedan penetrar nunca tus designios.



  • Tendrás a tus tropas siempre alerta, cuando estén en movimiento y cuando estén ocupadas, para impedir que se ablanden con demasiado reposo.



  • Toda campaña guerrera debe regirse por la apariencia. Finge el desorden, no dejes nunca de ofrecer un cebo al enemigo para confundirle. Simula inferioridad para alentar su arrogancia, estudia la manera de provocar su cólera para hundirlo en la confusión: su precipitación lo lanzará sobre ti y lo conducirá al descalabro.




  • Provoca a tu adversario con interminables maniobras y prolonga su agotamiento manteniéndote a distancia.



  • No arriesgues todo en un solo combate, ni hagas depender la suerte de tus armas en una sola batalla.



  • Cuando el enemigo esté unido, divídelo; y atácale donde no esté preparado.



  • No dejes escapar ninguna ocasión para hostigar al enemigo, cáusale pequeñas bajas, busca los medios para irritarlo y hacerle caer en alguna trampa; disminuye sus fuerzas todo lo que puedas con movimientos de distracción, aniquilando de vez en cuando algún destacamento, saqueando sus convoyes, sus equipajes y otras cosas que puedan serle de utilidad.



  • Lo esencial está en la victoria y no en las operaciones prolongadas.



  • La mejor política de guerra es tomar un Estado intacto, no arruinarlo.



  • Hay que dominar al enemigo sin presentar batalla. Un general hábil conoce el arte de subyugar a sus enemigos sin librar batallas.



  • Conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo. Si no conoces a tu enemigo y te conoces a ti mismo, tus posibilidades de perder y de ganar serán iguales. Si no conoces ni a tu enemigo ni a ti mismo, contarás tus combates por derrotas.



  • Que el enemigo no sepa nunca de qué manera te propones combatirlo, ni el modo en que piensas atacar o defenderte.



  • Mantén entendimientos secretos con los estadistas extranjeros y mantente conocedor de las intenciones de los aliados.



  • A un enemigo cercado debes dejarle una vía de salida.



  • No olvides nada que pueda corromper al adversario. Engaña si es necesario, compromete a las personas honorables en actos de los que tengan que avergonzarse cuando se sepan, y no dejes de divulgarlos. Mantén vinculaciones secretas con los elementos más viciosos del enemigo; sírvete de ellos para lograr tus fines, juntándolos con otros viciosos.



  • Debes tratar de saber todo lo que hace el enemigo, pero vigila también a tus propias tropas; mantén los ojos abiertos a todo.



  • Si en tu ejército hay conversaciones secretas, si hay cosas que tus partidarios solo se atreven a decir con medias palabras, debes concluir que el miedo se ha difundido entre ellos y no tardarán en producirse intrigas. Apresúrate a poner orden.



  • Cuando tengas que castigar,  hazlo pronto si  las faltas así lo exigen; cuando tengas que dar órdenes, no lo hagas hasta que estés seguro de ser exactamente obedecido. Instruye a tus tropas, pero no las fatigues sin necesidad.



  • Conócete a ti mismo, conoce a tu enemigo, y no peligrará tu victoria. Conoce el terreno, conoce el momento adecuado, y tu victoria será entonces total.



  • Tu conducta militar debe regirse según las circunstancias; debes atacar o defender dependiendo de que el escenario de la guerra te sea favorable o adverso.



  • Cuando no sepas adónde encaminarte ni qué partido tomar, no te precipites, mantente a la espera del tiempo y de las circunstancias.



  • Si ignoras los planes de los Estados vecinos no podrás preparar tus alianzas en el momento oportuno; si no conoces el número de los enemigos contra los cuales debes combatir ni sus puntos fuertes y débiles, no mereces estar al mando.



  • Tus virtudes y tus vicios recaen sobre aquellos a los que representas. Tus menores faltas cuando defiendes los intereses del país son incluso de importancia; las grandes resultan a menudo irreparables.



  • Mantén espías en todas partes, entérate de todo, no descuides nada que puedas llegar a conocer; pero cuando te hayas enterado de algo, sé discreto,  no lo confíes a todos los que se te aproximen.



  • Solo conseguirás el éxito conociendo con seguridad, por el informe fiel de tus espías, la disposición de los enemigos.



  • El gran secreto del éxito consiste en saber introducir divisiones en el adversario; división en las ciudades y las aldeas, división exterior, división entre los inferiores y los superiores, división de muerte, división de la vida. La división de muerte es aquella por la cual, después de haber dado falsa información sobre nuestro estado, hacemos correr rumores tendenciosos que confunden la actuación del mando supremo. La división de vida es aquella por la cual se corrompe con dinero a los que cambian de bando.



  • Manténte vigilante e inquisitivo. Debes estar siempre en guardia, aunque parezcas no pensar en nada; desconfía de todo, aunque parezcas no desconfiar; pon espías por todas partes; debes ver por la boca, hablar por los ojos.



  • Castiga con severidad, recompensa con largueza; multiplica los espías, ponlos en todas partes, en el propio palacio del gobernante enemigo, en la mansión de sus ministros y en las tiendas de campaña de sus generales; ten una lista de los principales oficiales que están a su servicio; debes saber sus nombres, el número de sus hijos, de sus parientes, de sus amigos, de sus sirvientes; que nada ocurra entre ellos sin que tú estés enterado.



  • Un ejército sin agentes secretos es un hombre sin ojos ni oídos.



  • Tendrás espías por todas partes y debes suponer que el enemigo dispondrá también de los suyos. Si llegas a descubrirlos, no los condenes a muerte. Los espías de los enemigos te servirán eficazmente si consigues que puedan dar noticias falsas a aquellos que los han enviado.



  • Si no se trata bien a los espías, pueden convertirse en renegados y trabajar para el enemigo, filtrando información sobre ti.



  • Cuando los agentes enemigos lleguen para espiarte, sobórnalos generosamente para que espíen para ti. Entonces se convierten en contraespías, renegados o agentes dobles.



  • La información previa no puede obtenerse de fantasmas ni de espíritus, ni se puede obtener por analogía, ni descubrir mediante cálculos. Debe obtenerse de personas que conozcan la situación del enemigo.



  • Existen cinco clases de espías: el espía nativo, el espía interno, el doble agente, el espía liquidable y el espía flotante. Los espías nativos se reclutan entre los habitantes de una población propia. Los espías internos se reclutan entre los funcionarios enemigos. Los agentes dobles se reclutan entre los espías enemigos. Los espías liquidables transmiten datos falsos a los espías enemigos. Los espías flotantes son los que van y vienen  para traer sus informes. 

 

  • Es esencial para el gobernante conocer las cinco clases de espionaje, y este conocimiento depende de los agentes dobles, que deben ser bien tratados.